viernes. 17.05.2024

Una siente que ha empezado a escribir, en parte gracias a Oriana. O que escribo para contar cosas de Oriana. La mítica periodista que una niña solitaria de ojos verdosos contemplaba con envidia perezosa desde su habitación. Oriana. El mito de la reportera de guerra que no tenía miedo, que podía con las bombas y contaba como nadie el horror de la guerra. Oriana Fallaci. Una mujer pequeña, de 1,54 centímetros y cuarenta y cuatro kilos de peso, con un cigarro encendido siempre entre los dedos o en la boca, soltando humo a toda hora que inspiró varios personajes de mis inéditas novelas, porque fue la nota inspiradora de mi sosa juventud. Oriana. Siempre Oriana que traía aires de libertad, de mujer brava que podía con todo y que escribía mucho y bien.

No podía ser de otra manera, porque nació para ser lo que ha sido. En Florencia, hija de trabajadores, un 29 de junio de 1929, cuando la primavera se vence ante el verano. Su padre, Edoardo, era albañil con conciencia de clase, su madre ama de casa a la fuerza que la condicionó para que evitara ser lo que ella era: ama de casa. Oriana la mayor de cuatro hermanas, tres nacidas del matrimonio Fallaci y una, Elisabetta, adoptada.

El padre antifascista visceral. Oriana nace estando Mussolini en el poder, Edoardo y su esposa educan a sus hijas en la acervada defensa de la libertad. Esperanzado ante un mañana que llegaría cuando el tirano cayera y sus ideales tomaran forma. La esperanza se basa en el mañana liberador, decía Edoardo, el mañana de justicia social. De libertad.

Oriana Fallaci

Siendo apenas una adolescente se implicó en la lucha partisana

Oriana, siendo apenas una adolescente se implicó en la lucha partisana. Edoardo Fallaci era uno de los muchos partisanos italianos que luchaban contra el fascismo en esa Italia parda y oscura. Oriana, con solo trece años transportaba municiones a los grupos partisanos. En una bolsa, disimuladas las armas con viandas, llevándolas en bicicleta hasta el escondite de los luchadores por la libertad. Cruzaba el Arno por la parte seca porque habían volado los puentes. Quizá fuera ese el momento en que a Oriana se la marchó el miedo para nunca volver.

El padre es apresado y torturado en Villa Triste. Sale liberado por la esperanza cumplida  en forma de hombres rubios, altos, bien alimentados que hablaban el inglés de América del Norte. Edoardo y Oriana creen que la utopía ha llegado a la vieja Europa de la mano de esos altos soldados. Hasta que un día ven como uno de esos dioses rubios aplasta la cabeza de un italiano hambriento que había robado pan. Los ángeles castigan al que roba, aunque sea por hambre, debió de pensar Oriana. Los ángeles no son tan buenos. Se le debió de romper la esperanza en ese momento, agriándose su carácter confiado, porque dejó de creer en el poder, en los ejércitos liberadores. Siempre el que manda está enfrente, se dijo. El poder es el adversario. Nunca está del lado del pueblo. Aunque sean ángeles liberadores altos, rubios y americanos.

A los catorce años es condecorada por sus servicios a la Italia recuperada. Con becas y esfuerzo comienza los estudios de Medicina, poco después se da cuenta que no es lo suyo y se pasa a Periodismo. Tiene un tío director de un periódico que la convence de su capacidad.

En los primeros periódicos donde trabaja escribe sobre personajes famosos, prensa de corazón que la llaman. Son crónicas donde asoma el pulso de la Fallaci, sí, es corazón, cotilleos sin sustancia pero magníficamente escritos, con agilidad y bravura.

Oriana quiere más, escribir sobre cosas importantes. En ese tiempo se enamora por primera vez, de forma arrasadora, como lo hace todo. Alfredo Pierotti, se llama, es un periodista prestigioso. Pierotti, no la ama y está casado, le agobia el amor de la joven, sus lágrimas, su desesperación. El dolor del abandono o de la indiferencia  la deja noqueada. Tiene su primer embarazo que poco después se malogra. Oriana se jura que nunca más volverá a amar. Se entrega a la profesión con pasión y decide que ese será su único amor. Le piden que realice un panegírico de Palmiro Togliatti y se niega. No es mujer de panegíricos ni de aceptar guiones, aunque le cueste perder el trabajo. Marcha a Milán donde su tío la acoge en el diario Época, que dirige. Para no favorecerla le ofrece los trabajos más infames y Oriana se harta.

Se da cuenta que su mundo es estrecho en Italia y marcha a Nueva York, donde se asienta. No ama a la ciudad de los rascacielos ni al país que la acoge con brazos abiertos. Es crítica con la sociedad norteamericana, con su gobierno, con ese ejército que invade países sembrando dolor y miseria, pero la gran Manzana le ofrece oportunidades y vivir tranquila. En Italia se ha hecho demasiado popular y no tiene la libertad de pasar inadvertida.

Es la década de los cincuenta, Oriana recorre toda América empapándose de sus costumbres y cultura. Con sus ojos rasgados alargados hasta el infinito cual escalpelo negro analiza y cuenta todo lo que observa.

Comienza como en Italia, realizando artículos a famosos, prensa de corazón. Incluso realizando esos trabajos, se le adivina el colmillo retorcido de periodista brava. Marcha a Hollywood para entrevistar a las estrellas del celuloide, fruto de ese viaje es el libro Los siete pecados capitales de Hollywood, que prologa nada menos que Orson Welles.

En 1960 se instala definitivamente en Nueva York y comienzan a llegar trabajos importantes. El primero fue hacer crónicas sobre la situación de la mujer en Oriente Medio. Fruto de sus investigaciones y viajes, llega otro libro: Penélope en la guerra. La NASA está en su máximo esplendor y Oriana se infiltra en las dependencias de la agencia. Entrevista a todo el mundo, incluso a los astronautas, la dejan deambular por las dependencias de la Agencia con libertad, incluso celebran fiestas donde baila y disfruta de comida y bebida siendo la única periodista permitida. Descubre con cierto horror, que el cerebro de los Apolos, es nada menos que Wernher von Braun, el mismo que en la II Guerra Mundial -esa que ganaron los ángeles rubios- había proyectado para los nazis los misiles balísticos que se lanzaron contra Londres. La Fallaci (para entonces ya se ha ganado el artículo) sigue enterrando las utopías que la sembró de niña Edoardo, el albañil idealista y antifascista.

El comandante del cohete, le pide que le redacte una frase para decir cuando llegue a la luna

Llega su segundo embarazo que malas lenguas dicen que fue fruto de una relación clandestina con un astronauta. Aborta. Su ascendencia en la NASA esa tal que en el viaje del Apolo XI, el comandante del cohete, le pide que le redacte una frase para decir cuando llegue a la luna. Neil Armstrong dijo aquello de un pequeño paso para un hombre y un gran paso para la humanidad y Oriana le sugiere, debido a la pequeña estatura del comandante, que diga que para él es un gran paso… En agradecimiento el comandante del Apolo XI llevó a la luna una foto de Oriana con su madre. Allá arriba debe seguir para perplejidad de los supuestos lunáticos, porque nadie queda impune al contemplar a esa italiana de mirada felina.

En 1967 la envían al Sudeste asiático como corresponsal de guerra. Vietnam fue para la generación de los setenta la Epifanía total. A nadie le dejó indiferente una guerra que pretendía mantener el colonialismo y que sangraba a un pueblo que no se resignó a la esclavitud. Marchó Oriana a la guerra quedando marcada para siempre por los años que pasó en primera línea de fuego. Porque ella era la periodista que más se acercaba al tiro, la que jamás reposaba en los hoteles del Sur, mientras se enviaban crónicas falsas pavoneándose de riesgos desconocidos. Ella estaba en primera línea. Como siempre lo hizo.

En Vietnam quebranta a la promesa que se hizo años atrás de no volver a enamorarse. Conoce al corresponsal Francois Pelou que es un genio del periodismo de primera línea, experimentado y valiente. Pelou vio cómo asesinaban a John Fitzerald Kennedy, fue el primero en dar la noticia de la muerte de Franco. En Vietnam trabajan juntos, viven en constante riesgo, él admira su valor, ella ama la experiencia y el carisma de Pelou. También es casado y católico, tiene hijos pequeños. No se divorciará jamás por mucho que la ame. Ella se cansa de sus dudas e inseguridades y le abandona… no sin antes enviar todas las cartas que Pelou la ha enviado durante diez años de relación, a la esposa. Otro embarazo malogrado, otra ruptura dolorosa, otro amor contrariado. Pelou, nunca la criticó por enviar esas cartas, sabía el dolor y la rabia de un corazón en llamas. El de la Fallaci que ardía como una tea.

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Las crónicas que envía desde Vietnam, la consagran en todo el mundo como la corresponsal por excelencia. Hacen de ella un mito del periodismo. Escribe otro libro sobre su experiencia, Nada y así sea. Critica a todos. A los americanos por su barbarie invasora y la locura de su ejército, pero no deja impune ni al Vietcong ni a Vietnam del Sur. No hace amigos, ni falta que le hace, cuenta lo que ve pasándolo por el cedazo de su integridad. Ella es de la casta de Chaves Nogales, que dijo en un magnífico prólogo que en la guerra de España hubiera sido fusilado por ambos bandos varias veces. Periodismo a secas.

Oriana está allí, en primera línea, como siempre. Recibe tres tiros letales

En sucesivas vueltas a la metrópoli cubre la muerte de Martin Luther King y de Robert Kennedy. El 20 de Octubre de 1968 está cubriendo la protesta de la plaza de Tlatelolco en México, están próximas las Olimpiadas que celebra el país. Una muchedumbre protesta contra el gobierno que envía al ejército a la plaza. Tiran a matar contra la gente concentrada en la plaza, Oriana está allí, en primera línea, como siempre. Recibe tres tiros letales. Es dada por muerta hasta que un sacerdote, en la morgue, se da cuenta que aún respira. La salvan por poco.

Continúa su andadura cubriendo guerras y conflictos. Allá donde brota la violencia marcha con su máquina de escribir, Oriana Fallaci, como notaria, para dar fe. India y Pakistán, América del Sur, Oriente Medio…

En Grecia unos coroneles con la aquiescencia del monarca, hermano de Sofía de Borbón, dan un golpe militar. El coronel que preside la dictadura es Papadapoulos. Un joven antifascista, poeta y rebelde, Alexadros Panagulis, decide atentar contra el tirano. No lo consigue siendo apresado. Le confinan después de una farsa de juicio y de torturarle hasta la locura en una prisión donde hay una celda en la que no puede estirarse, ni caminar más que cinco o seis pasos. Tiene que dormir encogido porque las paredes no dan para más. Boiati, más que un calabozo es una tumba donde Panagulis malvive durante cinco años.

Le confinan en la celda sin contacto con nadie. Nadie le habla ni le mira. La más absoluta soledad le mantiene aislado del mundo. Llega a dudar si está vivo o ha muerto al entrar en Boiati. Una cucaracha atraviesa el recinto del zulo donde reside, él la convierte en confidente, en amiga a la que cuenta su vida. Los carceleros se dan cuenta de que habla con ella, que un mísero insecto le da calor humano y la aplastan con la bota militar reglamentaria. Alexandros Panagulis vive en ese hueco de Boiati peleándose con la locura que le deja secuelas graves. Es liberado cuando la dictadura cae. Sin él quererlo se ha convertido en un símbolo de resistencia, es el preso más famoso de la tiranía griega. El pueblo le ama…él detesta la política profesional y a los políticos.

Alexadros es un alma libre, anarcoide, amante de la libertad. Aborrece el poder, cualquier poder. Abomina de los liderazgos que al calor de la democracia se apuntan al carro de condena de la dictadura mientras no movieron un dedo mientras la  tiranía apretaba. Critica públicamente a Papandreu, a Mercouri, a los que llegan en olor de multitudes del dorado exilio donde han vivido los años que él pasó en Boiati. El gobierno soviético le invita a  una visita a la URSS junto a miembros de la resistencia griega… se escapa de las visitas guiadas y monitorizadas para entrevistarse en un suburbio moscovita con ¡Sajarov! proscrito del bolchevismo. Los soviéticos no saben qué hacer con el poeta iconoclasta. Panagulis como Fallaci no saben conciliar con el poder. Con ningún poder.

Al día siguiente de salir de Boiati, Alexandros, concede una entrevista a Oriana. Ambos se admiran. Se arrasan al momento. Dos almas apasionadas, tormentosas, que coinciden en casi todo. Se reconocen desde los primeros minutos de conversación. Él tiene diez años menos que ella pero los vividos en Boiati cuentan como cien. Se enamoran como colegiales y viven una incendiada pasión entrecruzada de peleas, separaciones, tensiones, incluso de malos tratos por parte de Alekos –ella le nombra siempre así, y así ha quedado para la historia- Alekos Panagulis.

Su amor dura cuatro años hasta que un accidente –o un atentado que  nunca se aclaró pero apunta más a lo segundo- mata al joven poeta dejándola a ella partida en dos. Ha intentado salvarlo de sí mismo, ha intentado rescatarlo de Boiati, pero no pudo ser. La leona del periodismo, la mujer invencible ante las balas es una apasionada romántica que anhela vivir con su hombre y amarle hasta la extenuación. Entre medias hubo un tercer embarazo, que la inspira otro libro: Carta a un niño que no llegó a nacer. Sufre un aborto después de una pelea infame con Alekos.

El entierro de Alekos lo siguen nada menos que un millón y medio de personas, en Atenas. Un pueblo enfervorizado que grita ZHI (vive en griego) negándose a la muerte del héroe.

Una quebrada Oriana se muestra ante el féretro de Alekos, y si hasta entonces ha sido huraña, despótica, incluso antipática, ahora, perdida la última esperanza de amar, se torna plomiza y bronca.

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Tres años más tarde escribe su grito de amor por Alekos Panagulis, en la novela Un hombre, que al leerla me dejó noqueada y durante más de veinte años soñé que un Panagulis poeta y rebelde, naufragaba en mi isla.

Siguió yendo por el mundo de guerra en guerra, de conflicto en conflicto, escribiendo libros, el notable Insallah es fruto de la guerra del Líbano, hasta que se fue consumiendo ayudada por un cáncer de pulmón bien alimentado por los más de cincuenta cigarrillos que fumaba al día.

Cuando las Torres Gemelas saltaron por los aires, ella estaba cerca

Se refugió en su casa de Nueva York, enferma y debilitada pero sin dejar de escribir. Cuando las Torres Gemelas saltaron por los aires, ella estaba cerca. En su casa del Upper East Side, enferma y lúcida. Algo debió romperse en ese momento, porque la sagaz periodista, la brava antifascista de mente clara hasta entonces, se le nubla el discernimiento concibiendo unas cartas y un libro donde puso voz a la islamofobia recalcitrante, mechado de un racismo subalterno que ha sido aprovechado por toda la ultraderecha mundial.

Expresó con la garra habitual, que Occidente era víctima de un nuevo nazismo, el islamista. No culpaba a extremistas sino al mismísimo Corán de la supuesta invasión de los bárbaros creyentes de Alá, que, afirma segura, acabaran con la cobarde civilización occidental. Quizá se le olvidara que fue ese mismo Occidente quien alimentó a la hidra. Se le escaparon los detalles al mito del periodismo.

Poco antes de morir pidió hablar con Benedicto XVI, ella la gran agnóstica solicita al Papa de Roma una audiencia. Le admiraba por su cultura e inteligencia. Llegó hasta el Vaticano con el fin de avisarle de la amenaza islámica. Jamás publicó nada de lo conversado. Tornó a Nueva York y escribió su último libro La paura è un peccato (El miedo es un pecado) panfleto antislamista que empaña su trayectoria, pero que le perdonamos porque los mitos tienen bula.

En 2016 su sobrino y heredero Edoardo Parazzi, abrió los archivos de la periodista dando a conocer las cartas que nos aclaran cómo era la mujer de puertas para adentro, y muchos de sus pensamientos que son jugosos. Por ejemplo, lo que le escribe a una amiga de los reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía:

“Sí, almorzar con Juan Carlos y Sofía es lo peor. Conozco a esos dos idiotas. Los entrevisté en Atenas antes de su estúpido matrimonio, y están hechos del mismo molde que Franco…”. No es sorprendente que Juan Carlos y Sofía se conviertan en rey y reina de España cuando muera el asesino, sigue explicando Oriana en su carta, refiriéndose al dictador español, “Son sus protegidos. Desde pequeño, Juan Carlos vivió bajo la sombra de Franco y es su robot obediente”. A Sofía, la describe así: “Es simplemente la hija de aquella reina de Grecia que […] estaba en la Juventud Hitleriana y que hizo encarcelar a 50.000 ciudadanos griegos socialistas.”

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Durante su vida realizó cientos de entrevistas. Era temida y odiada por los entrevistados, por su lengua afilada, pero consideraban que era un honor que la Fallaci les torturara. No todos, Fidel Castro le negó la entrevista alegando que era antirrevolucionaria. Ella le respondió así:

“No soy socialista. Lo he sido. Si usted realmente hubiera leído mis artículos y mi último libro, conocería mi desconfianza en los dogmas, y mi poca esperanza en que ni tan siquiera el socialismo pueda cambiar a los hombres. Nadie me había dicho que para entrevistar a Fidel Castro había que ser socialista, y creer que los países socialistas son el paraíso terrenal”.

La Fallaci auténtica…

Mítica fue la entrevista realizada al imán Jomeini y cómo se descubrió la cabeza ante la provocación del entrevistado. Incluso le llamó tirano en una de sus preguntas, la furia del imán debió ser memorable porque nunca la nombró más que como esa mujerHusein I de Jordania, VoNguyenGiap, Pietro Nenni, Giulio Andreotti, Giorgio Amendola, el arzobispo Makarios, su amado AlexandrosPanagoulis, Nguyen Cao Ky, Yasser Arafat, Mohammad Reza Pahlavi, HaileSelassie, Henry Kissinger, Walter Cronkite, Federico Fellini, Indira Gandhi, GoldaMeir, Nguyen Van Thieu, ZulfikarAliBhutto, DengXiaoping, Willy Brandt, Sean Connery, Leopoldo Galtieri (a quien directamente llamó “torturador"), Muamar el Gadafi fueron otros de sus entrevistados. Imagino que me dejo  muchos nombres pero sirva como muestra este mosaico. El libro Entrevista con la historia, recoge las más notables entrevistas.

Debilitada, enferma y viendo la muerte llegar, solicitó ser trasladada a Florencia donde estaba su origen y el principio de todo.

"Quiero morir en la torre de Mannelli mirando el río Arno desde el Puente Vecchio. Era el cuartel general de los partisanos que gobernaba mi padre, el grupo de “Justicia y Libertad”. Miembros del Partito d’Azione, liberales y socialista. Cuando era niña iba allí, y mi nombre de batalla era Emilia. Entregaba las bombas de mano a los adultos. Las escondía dentro de las cesta de ensalada".

Ninguna línea aérea se responsabilizó de una viajera moribunda que pesaba sólo treinta y tres kilos, tuvo que alquilar un avión privado, y echa un ovillo cruzó el Atlántico. Murió diez días después, no mirando al Arno, sino en un hospital florentino. Está enterrada en el  cementerio de los extranjeros que amaron Florencia, Allori. Su cansado cuerpo descansa  en unas colinas que dominan la ciudad que la vio nacer. Cerca de su amada madre y de su padre.

Descansa, no sabemos si en paz, una mujer que cubrió las guerras y que vivió como los grandes mitos, enfrentada al mundo.

Acabo esta biografía con unas palabras suyas que suscribo como si fuera un rezo:

“La primera vez que me senté detrás de una máquina de escribir me enamoré de las palabras, que brotaban como gotas, una a una, y se quedaban sobre la hoja… Cada gota se convertía en algo que, si hubiera pronunciado, se habría ido volando, pero sobre las páginas esas palabras se volvían tangibles”.

Descansa en paz, Oriana Fallaci, un mito del periodismo.

Obras:

1956, I settepeccati di Hollywood (Los siete pecados capitales de Hollywood)

1961, Ilsessoinutile, viaggiointornoalladonna (El sexo inútil)

1962, Penelopealla guerra (Penélope en la guerra, Barcelona, Noguer y Caralt Editores)

1966, Se ilSolemuore (“Si el Sol muere”)

1969, Niente e cosìsia (“Nada y así sea”)

1974, Intervista con la storia (Entrevistas con la historia, Barcelona, Noguer y Caralt Editores, 1986)

1975, Lettera a un bambinomai nato (Carta a un niño que nunca nació, Barcelona, Noguer y Caralt Editores, 1990)

1979, Un uomo (Un hombre, Barcelona, Noguer y Caralt Editores, 1984).

1990, Insciallah. (“Inshallah”)

2001, La rabbia e l’orgoglio (La rabia y el orgullo, Madrid, La Esfera de los Libros, 2002).

2004, La forzadellaragione (La fuerza de la razón, Madrid, La Esfera de los Libros, 2004). Se apunta a la tesis de Eurabia y acusa a la izquierda europea de ser “antioccidental”. Es una secuela de La rabia y el orgullo.

2005, Oriana Fallaciintervistasèstessa – L’Apocalisse (Oriana Fallaci se entrevista a sí misma – El Apocalipsis, Madrid, La Esfera de los Libros, 2005). Hubo una primera edición en 2004, que no incluía el largo epílogo «El Apocalipsis», con el título Oriana Fallaciintervista Oriana Fallaci.

2008, Un cappellopieno di ciliege, (Un sombrero lleno de cerezas, Madrid, La Esfera de los Libros, 2009). Una novela publicada póstumamente en la que Oriana Fallaci trabajó durante diez años, y que trata acerca de la historia de su familia.

2016, La paura è un peccato (El miedo es un pecado), publicado por la editorial Rizzoli, 2016. Recopilación de 120 cartas hecha por EdoardoPerazzi.
 
 

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